Lesteime, D. (2023). Vygotsky y la emancipación posible:
algunas referencias introductorias. Kuaapy Ayvu,
vol.
14 (núm. 14), pp. 149-183. INAES Publicaciones. ISSN 2224-7408. CC BY NC
SA 4.0
_______________________________________________
Recibido el 14/11/2023 - Aceptado
el 28/12/2023
Artículos
Vygotsky y la emancipación posible: algunas referencias
introductorias[1]
Vygotsky and
Possible Emancipation: Some Introductory References
Vygotsky e a
emancipação possível: algumas referências introdutórias
Daniel Lesteime
Instituto Superior
Goya: Goya, Argentina; y
Universidad Nacional de Entre Ríos: Concepción del Uruguay, Argentina
daniel.lesteime@uner.edu.ar
https://orcid.org/0000-0002-6434-4756
Resumen
Se pretende hacer un mapeo de los aspectos
políticos en la obra del psicólogo ruso Lev Vygotsky y las encrucijadas
actuales que sostienen algunas de sus propuestas, considerando fundamentalmente
sus conceptualizaciones acerca de la formación de las llamadas funciones
psicológicas superiores. El presente trabajo se desarrolló metodológicamente a
partir del análisis documental de textos fuente y de la revisión de parte de la
literatura doxográfica disponible, por lo cual
pretende configurarse en un aporte introductorio a la temática objeto del
artículo.
A diferencia de otros autores, anteriores o
contemporáneos, la ligazón de Lev Vygotsky con proyectos políticos
emancipatorios no sólo se da como condición histórica de su propuesta
psicológica, sino que constituye el núcleo mismo de sus teorías.
Advertir y analizar que el eje central de su
propuesta científica para la psicología y sus derivas sociales y pedagógicas
está fuertemente atravesado por la filosofía política que nutre su construcción
teórica, es imprescindible. Y ello es así porque permite comprender que esa
construcción tiene el potencial de fecundar un diálogo sumamente fértil en el
campo de las perspectivas crítico-emancipadoras. A su vez, esta demanda
contribuye a cuestionar miradas hoy naturalizadas sobre la educación,
facilitando conceptualizaciones que generan nuevos interrogantes sobre los
escenarios y contextos actuales.
Palabras
clave
Psicología, educación, materialismo dialéctico,
emancipación.
Abstract
The present work intends to map the political aspects
in the work of the Russian psychologist Lev Vygotsky and the current crossroads
that sustain some of his proposals, considering his conceptualizations about
the formation of the so-called higher psychological functions. This work was
methodologically developed from the documentary analysis of source texts and
the review of part of the available doxographic literature, thus aiming to
serve as an introductory contribution to the subject matter of the article.
Unlike other authors, both previous and contemporary,
Lev Vygotsky's connection with emancipatory political projects is not only
given as a historical condition of his psychological proposals, but also
constitutes the very core of his theories.
It is essential to recognize and analyze that the
central axis of his scientific proposal for psychology and its social and
pedagogical implications is strongly influenced by the political philosophy
that nourishes his theoretical construction. This is crucial because it allows
us to understand that this construction has the potential to foster an
extremely fertile dialogue in the field of critical-emancipatory perspectives.
In turn, this necessity contributes to questioning today's naturalized views on
education, facilitating conceptualizations that generate new questions about
current scenarios and contexts.
Keywords
Psychology, education,
dialectical materialism, emancipation.
Resumo
O objetivo é mapear os aspectos políticos na obra do
psicólogo russo Lev Vygotsky e as encruzilhadas atuais que sustentam algumas
das suas propostas, considerando fundamentalmente as suas conceptualizações
sobre a formação das chamadas funções psicológicas superiores. Este trabalho
foi desenvolvido metodologicamente a partir da análise documental de
textos-fonte e da revisão de parte da literatura doxográfica
disponível, razão pela qual pretende ser um contributo introdutório à temática
do artigo.
Ao contrário de outros autores, anteriores ou
contemporâneos, a ligação de Lev Vygotsky a projetos políticos emancipatórios
não é apenas uma condição histórica da sua proposta psicológica, mas constitui
o próprio núcleo das suas teorias.
É fundamental perceber e analisar que o eixo central
de sua proposta científica para a psicologia e suas derivações sociais e
pedagógicas é fortemente atravessado pela filosofia política que alimenta sua
construção teórica. Isso é fundamental porque nos permite compreender que essa
construção tem o potencial de fecundar um diálogo extremamente fértil no campo
das perspectivas crítico-emancipatórias. Por sua vez, esta demanda contribui
para questionar as visões atualmente naturalizadas sobre a educação, facilitando
conceptualizações que geram novas questões sobre os cenários e contextos
atuais.
Palavras-chaves
Psicologia, educação, materialismo dialético, emancipação.
El fundamento
más esencial y próximo del pensamiento humano es, precisamente, la
transformación de la naturaleza por el hombre, y no la naturaleza por sí sola,
la naturaleza en cuanto tal.
Friedrich
Engels, 1961.
Crear la psicología del
hombre… es la meta de toda nuestra
investigación.
Lev Vygotsky,
2012 [1931].
El legado sobre
lo educativo tiene dos aspectos fundamentales, que hacen al corazón de la
teoría de Vygotsky: por un lado, su tesis de que las formas psicológicas,
subjetivas, propiamente humanas, son producto de la actividad social y
semiótica. Y en tal sentido, las prácticas educativas en general —desde la
crianza hasta las prácticas de tipo escolar— configuran modos de desarrollo
específicos, por lo tanto, la constitución subjetiva se configura
históricamente.
Ricardo
Baquero, 2015.
(…) La apuesta
por contribuir a la formación de subjetividades de praxis emancipatoria, que
asuman la política más allá de la noción reducida a la acción gubernamental que
se materializa en la formulación y ejecución de planes y programas, es un
desafío
permanente.
Se requiere una
crítica que se instale en los sujetos como
capacidad de pensamiento y acción, que les posibilite posicionarse como sujetos
de acción política tanto en el análisis crítico de la política y las políticas
vigentes, como en el lugar de constructor de estas en el territorio y
atendiendo las necesidades de los sujetos de dichas políticas.
María Cristina
Martínez Pineda y Emilio Guachetá Gutiérrez, 2020.
Introducción
La filosofía de Karl Marx y de Federico Engels
incidió grandemente en la concepción de Lev Vygotsky acerca de la formación de
las funciones psicológicas superiores en los seres humanos, es decir aquellas
capacidades (como el lenguaje o la capacidad de simbolizar) que constituyen los
rasgos propiamente humanos. Esta influencia define entonces, en el pensamiento
de Vygotsky, un giro hacia cuestiones que la psicología de su tiempo, entregada
al estudio de la conducta animal, no se planteaba en absoluto. Si bien las
investigaciones de Wilhelm Wundt (1832-1920) e Iván Pavlov
(1849-1936) –antecesores y, a la vez, contemporáneos– ejercieron una especial
atracción en sus primeras formulaciones, al momento de desarrollar su
perspectiva, Vygotsky tomó en cuenta el vínculo dialéctico entre las
estructuras cognitivas del individuo y las determinaciones contextuales o
sociales para integrar la dimensión cultural. Es cierto que no solo este
notable psicólogo se benefició de los aportes sustanciales del marxismo (García
Vega, 1993), a tal punto que, en ocasiones, se ha hablado de una psicología
soviética o de una psicología socialista. Pero indudablemente fue Lev Vygotsky
quien definió un corpus de conceptos que pudieron romper con las prejuiciosas
sentencias académicas que posteriormente, se cernieron sobre todas aquellas
disciplinas que adscribieron en algún momento a los preceptos del materialismo
dialéctico.
De allí su
persistencia entre las teorías psicológicas en educación y la preeminencia de
su pensamiento en los constantes ensayos de una pedagogía de corte
constructivista y emancipatoria en nuestros contextos latinoamericanos. No
podemos ignorar que en las últimas cuatro décadas se ha redescubierto la teoría
de Vygotsky, entre otras circunstancias por la difusión de obras que
permanecían desconocidas y, por consiguiente, nos valemos de esa nueva
receptividad para dar este paso. Entendemos que el concepto de actividad
psicológica, esencial en su teoría, con el principio explicativo de actividad
sociocultural, enmarca un legado sobre lo educativo que impacta en los procesos
emancipatorios. Reconociendo que las prácticas educativas en general «desde la
crianza hasta las prácticas de tipo escolar configuran modos de desarrollo
específicos», nuestra línea de reflexión confluye en la premisa de contemplar
«la constitución de un sujeto como inescindible de la trama de relaciones en la
que está implicado». (Baquero, 2015). Desde esa óptica, al intentar acercarnos
a este fenómeno que nos cuestiona -parafraseando a Pablo Freire- buscamos
«reconocer el trabajo de base e imaginar el futuro» (2016 [1997], p. 47) para
potenciar proyectos emancipatorios.
En primer
lugar, expondremos brevemente las definiciones disciplinares de Vygotsky, para
adentrarnos luego en el vasto campo de su influencia educativa, que siempre
constituyó su órbita de interés, atendiendo a los basamentos políticos de su
sistema y a las proyecciones de esa perspectiva en los contextos actuales.
Ideas fundamentales que impactan en
el área educativa
El estudio de
la conciencia significó, para el psicólogo ruso, la ocasión de sustanciales
derivaciones de la filosofía política del marxismo. Según Félix Temporetti (2007):
En el camino por él elegido, el marco conceptual
que le sirvió de referencia para pensar la psicología y elaborar las
herramientas para su construcción, es vasto, complejo y de carácter
interdisciplinario. Este marco se enriqueció progresivamente a medida que
avanzó en la construcción de su proyecto, pero, desde el principio, la
perspectiva que orientó su mirada fueron las ideas fundamentales del marxismo,
al menos como el propio Vigotski las interpretó, en
su época, en el contexto histórico y en la cultura científica en la cual vivió
y pensó. (p. 100)
Una ocupación
central de Lev Vygotsky fue la de dilucidar la génesis de las funciones
superiores en los seres humanos. En palabras de Ricardo Baquero (1997), estas
explicaciones estriban en algunos puntos cruciales. En primer lugar, el
desarrollo de las funciones superiores se da como una contingencia histórica,
esto es, no forman parte de las estructuras psicológicas de base de los seres
humanos, sino que son el resultado de las interacciones y experiencias en que
estos participan. Es decir, alejado de las miradas evolucionistas que afirman
un desarrollo inherente de las funciones psicológicas superiores como parte de
un despliegue o progreso propio de las disposiciones naturales del ser humano
-centrales en los tiempos en que Vygotsky encarara sus investigaciones- el
psicólogo ruso propuso interponer en esa formación las determinaciones sociales
y, en sentido amplio, postular la raíz social de las funciones psicológicas
superiores. La llamada psicología sociohistórica, de la que Vygotsky fue el promotor,
se asienta en esta idea rectora: la psicología humana es el resultado de un
especial juego de relaciones del sujeto con su entorno. En esto podemos ver
una crítica, que se colige solo actualmente, a los determinismos biológicos con
que algunas investigaciones de la psicología educacional han delineado una
particular idea del sujeto cognoscente, como un ente fuertemente condicionado
por las estructuras psicofísicas en los procesos formativos en que se ve
comprometido. Aquí se configura un primer punto del sesgo emancipatorio
posible de la teoría psicológica de Lev Vygotsky.
En segundo
lugar, y atendiendo al influjo de la dialéctica en las teorías de Vygotsky, la injerencia
de lo social en el desarrollo psicológico-cognitivo no es unidireccional: a
la vez que el individuo es transformado por el contexto (accediendo a la
posibilidad de desarrollar capacidades propiamente humanas), el contexto es
transformado también por la actividad del sujeto. Esto, expresado de manera
general, constituye el trasfondo y la apoyatura de toda una dimensión política
que aquí queremos destacar. Sobre estas nociones se sostienen algunas de las
formulaciones de la pedagogía constructivista, que pone énfasis en el carácter
activo y proactivo de los individuos y los grupos, en las interacciones de tipo
interpersonal y en los intercambios con el contexto. De esta manera, Lev
Vygotsky está presente en enfoques educativos que subrayan la importancia de
la actividad en los procesos formativos y el acompañamiento docente en la
mejora de capacidades relacionadas al uso de los símbolos, herramientas por
antonomasia para el desarrollo humano. No alcanza, pues, con las condiciones de
base, esto es, con las propiedades naturales del sujeto, sino que la
expansión de las funciones superiores se deriva de la interacción y el
intercambio entre dichas condiciones de base (línea de desarrollo natural) y
las condiciones sociales (línea de desarrollo social/cultural). No había para
Vygotsky una necesaria progresión biológica hacia las funciones
superiores: el lenguaje, por ejemplo, no se da en el sujeto por el solo hecho
de haber alcanzado una cierta «etapa de desarrollo», sino que es necesario
implicar en sus orígenes, la interiorización de formas culturales a través del
aprendizaje. Según Vygotsky (como se citó en Wertsch,
1988):
El desarrollo cultural del niño se caracteriza, en
primer lugar, por el hecho de que transcurre bajo condiciones de cambios
dinámicos en el organismo. El desarrollo cultural se halla sobrepuesto a los
procesos de crecimiento, maduración y desarrollo orgánico del niño. Forma una
unidad con estos procesos. Solamente mediante un proceso de abstracción podemos
separar un conjunto de procesos de otro.
El crecimiento del niño
normal en el seno de la civilización implica, por regla general, una fusión con
los procesos de maduración orgánica. Ambos planos del desarrollo –el natural y
el cultural– coinciden y se confunden entre sí. Las dos líneas de cambio
penetran una en la otra, formando básicamente una única línea de formación
sociobiológica de la personalidad del niño. (p. 58)
Ambas
dimensiones convergen y hacen posible abandonar no solo las perspectivas
puramente evolucionistas sino también (y como consecuencia) los reduccionismos
que privilegian aspectos netamente biológicos y fisiológicos en las
explicaciones sobre el desarrollo de la psiquis humana. Esto dista de las
posturas de Jean Piaget, quien afirmaba la necesidad de las diversas etapas
evolutivas como instancias que posibilitan o no el desarrollo de funciones
cognitivas específicas:
El desarrollo psíquico, que se inicia al nacer y
concluye en la edad adulta, es comparable al crecimiento orgánico: al igual que
este último, consiste esencialmente en una marcha hacia el equilibrio; así como
el cuerpo evoluciona hasta alcanzar un nivel relativamente estable,
caracterizado por el final del crecimiento y la madurez de los órganos, así
también la vida mental puede concebirse como la evolución hacia una forma de
equilibrio final representada por el espíritu adulto. El desarrollo es, por lo
tanto, en cierto modo una progresiva equilibración,
un perpetuo pasar de un estado de menor equilibrio a un estadio de equilibrio
superior. (Piaget, 1964, p. 11)
No obstante, es
esencial evitar lecturas unidireccionales desde un solo campo y siempre fijar
desde qué lugar se accede al análisis, sin forzar interpretaciones. En este
sentido, el mismo Piaget delimitó en algún momento su mirada, al afirmar que:
[…] el medio obra sobre el organismo, pudiendo
designarse esta acción inversa, de acuerdo con el lenguaje de los biólogos, con
el término de acomodación, entendiéndose que el ser viviente no sufre nunca
impasiblemente la reacción de los cuerpos que lo rodean, sino que esta reacción
modifica el ciclo asimilador acomodándolo a ellos. Psicológicamente encuéntrase de nuevo el mismo
proceso, en el sentido de que la presión de las cosas concluye siempre, no en
una sumisión pasiva, sino en una simple modificación de la acción que se
refiere a ellas. Dicho esto, puede definirse la adaptación como un equilibrio
entre la asimilación y la acomodación, que es como decir un equilibrio de los
intercambios entre el sujeto y los objetos. (1976, p. 18)
O al sostener
que «no se aprende a experimentar simplemente viendo experimentar al maestro o
dedicándose a ejercicios ya totalmente organizados: sólo se aprende a
experimentar probando uno mismo, trabajando activamente, es decir, en libertad
y disponiendo de todo su tiempo» (1949, p. 39), aunque queda sin explicitar una
debilidad respecto a ciertos conflictos cognitivos por condiciones contextuales
determinadas o de gran vulnerabilidad, que impiden la interacción.
De todos modos,
para comparar ambos autores, hemos de recorrer contextos de sus desarrollos que
viabilicen aquellos meandros en que se imbrican algunas cuestiones. Así
descubrimos como uno de los temas en común, la atención a los mecanismos de
influencia social, pero también la diferencia en sus perspectivas. En
tanto, Vygotsky parte de la base social de la mente, Piaget localiza al
individuo como foco inicial. Vygotsky concibe el desarrollo como un proceso
de aprendizaje relacionado con el uso de instrumentos culturales, en cuyo
escenario aparece el modelo de interacción social para la resolución conjunta
de problemas, bajo la guía de una persona más capaz (sea un adulto o un
compañero con mayores destrezas). Para Piaget, en cambio, es la interacción
entre iguales, la que promueve el desarrollo intelectual del niño. Vemos que
los enfoques de Piaget y Vygotsky enfatizan la importancia de compartir
perspectivas o pensar conjuntamente, pero se alejan en su concepción de
subjetividad. Para Vygotsky, el pensamiento compartido proporciona la
oportunidad para tomar decisiones de manera conjunta, mientras que, para Piaget
«el encuentro de mentes implica dos individuos separados, cada uno de ellos
operando sobre sus propias ideas» (Piaget, citado por Rogoff,
1993, p. 193) y alternando su punto de vista.
Otro elemento a
considerar lo brinda José Antonio Castorina (2010, p. 517), quien al analizar
la dialéctica en Piaget y Vygotsky, se refiere al problema de la novedad en
el desarrollo y la resolución de esta línea en ambos: en tanto en Vygotsky
aparece «la emergencia de las funciones psíquicas superiores como el lenguaje o
la conceptualización, mediante la internalización de la cultura», en Piaget
surge «la génesis de los sistemas de conocimiento que son irreductibles a los
anteriores de los que provienen» (2010, p. 518). Esta figura de «novedad»
facilita un abordaje en busca del significado de la dialéctica en tanto
herramienta válida si no se persigue un discurso único y unívoco o un recurso
para usar «como está». De allí que, tanto la «diferenciación o la
integración de los conceptos o la síntesis de las tensiones de las líneas
cultural y natural» —más allá de los rasgos diferenciales— marcan «otro
interés epistemológico: se ha dado un argumento sustentable a favor de la tesis
que postula la compatibilidad entre los dos programas de investigación
psicológica» (p. 523).
Como vemos, en
un necesario diálogo de saberes que amplíe el horizonte y valore los aportes,
podemos reconocer la importancia -valiosa para nuestra reflexión- que se
adjudica al rol de la interacción social en el desarrollo cognitivo.
Desde ese registro es factible el acercamiento a las características del
aprendizaje que se desprenden de la teoría vigotskiana,
sin desconocer antecedentes o posturas diversas. Simplemente, elegimos tal
paraje porque en este momento nos interesan particularmente dichos postulados
para exponer otra confluencia, pero de la mano de Paulo Freire.
Aprendizaje: un camino para
resolver en común
El aprendizaje,
desde esta línea, se propone como el medio a través del cual el individuo interioriza
el lenguaje, la capacidad de simbolizar, de proyectar, de reflexionar, de usar
herramientas (materiales y simbólicas) y de transformar el medio en que vive.
Por eso mismo, la comprensión de la propuesta vigotskiana
se afirma al atender su estrecha relación con el método dialéctico de Marx y
Engels. En unas notas no publicadas de Vygotsky, destacadas por Michael Cole y
Silvia Scribner en la introducción a El desarrollo
de los procesos psicológicos superiores (2009), el psicólogo ruso hizo
explícita su filiación, aclarando que, lejos de hacer una extrapolación grosera
del marxismo a sus teorizaciones, este aparece implícitamente impulsando
algunos conceptos claves de su propuesta:
No pretendo en absoluto descubrir la naturaleza de
la mente agrupando una tras otra una serie de citas. Quiero encontrar la manera
en que ha de construirse la ciencia para acercarme al estudio de la mente
después de haber examinado de arriba a abajo el método de Marx […] Para poder
crear semejante método-teoría en el ámbito científico generalmente aceptado, es
necesario descubrir la esencia del área de fenómenos dada, las leyes según las
cuales dichos fenómenos se transforman, sus características cualitativas y
cuantitativas y conceptos especialmente importantes; en otras palabras, crear
nuestro propio capital. (p. 27)
Este modelo de
ciencia del que Vygotsky hizo derivar sus importantes aportaciones se verifica
en distintos pasajes -los más importantes- de sus teorizaciones. La clave
acerca de cómo surge en el ser humano la capacidad de utilizar herramientas
materiales y simbólicas sigue el esquema legalista de Marx y Engels. El
individuo incorpora la cultura según una ley de doble formación:
primero, el niño se relaciona con las personas, estableciendo un campo de
vínculos en que sus requerimientos y necesidades son contestadas por los
adultos (nivel social) y, posteriormente, las formas culturales son
incorporadas a sus propios esquemas mentales (nivel intrapsicológico). Un
célebre ejemplo de Vygotsky sirve para ilustrar esta faceta: el acto de señalar
en el niño adquiere significado para otros, para los adultos, quienes responden
a ese gesto de determinadas maneras. En el niño, el gesto de señalar se reduce
a la necesidad de apoderarse de un objeto. Solo posteriormente, una vez
desarrollada la capacidad de simbolizar y conceptualizar, el individuo
comprende para sí mismo que cierto acto significa «señalar». Lev Vygotsky
encuentra el fundamento de toda función superior no en las condiciones de base
o estadios de desarrollo biológico -sin descartarlos en atención al método
dialéctico- sino en el nivel de la interacción con otros. En este aspecto se
torna claro otro argumento que puede colaborar en la configuración de una
educación emancipadora: el ámbito social es la fuente misma de los procesos que
mediatizan la incorporación de la cultura en el niño.
El proceso de
internalización, entonces, comprende una serie de transformaciones que el
propio Vygotsky esclareció:
a) Una operación que inicialmente representa una
actividad externa (señalar, por ejemplo) se reconstruye y comienza a
suceder internamente;
b) Un proceso interpersonal queda transformado
en otro intrapersonal;
c) La transformación de un proceso interpersonal
en otro intrapersonal es el resultado de una prolongada serie de sucesos
evolutivos. En esto radica la importancia de la acción educadora. (Baquero, 1997, pp. 93-94)
Las estrategias
educativas para lograr que los individuos incorporen los aspectos culturales
relevantes han de tener en cuenta –sin descartar los estadios de desarrollo
biológicos– la dinámica real del desarrollo que supone comprender que este
es el resultado del aprendizaje y no a la inversa, al tiempo que rescate la
incidencia fundamental de los adultos en los procesos de formación de los
niños.
La educación es
una actividad mediadora, una actividad con otros. El individuo se transforma al
incorporar estas formas culturales, puesto que nunca una estructura cognitiva o psicológica vuelve a ser la
misma una vez que estas funciones superiores se desarrollan y consolidan. Para
Vygotsky este desarrollo, precisamente fue constitutivo del «salto cualitativo»
que define los rasgos propiamente humanos: la incorporación de la cultura, de
las formas sociales; en suma, el desarrollo de la línea cultural hace posible
la distinción respecto de las otras especies animales y, desde el punto de
vista de la ciencia, el pasaje de una psicología animal (Wundt, Pavlov, Watson) a una psicología específicamente humana.
La psicología
animal suponía, entre otras cosas, que la relación entre estímulo y respuesta
se daba en un marco de reacción unidireccional en que el organismo
respondía al estímulo según un esquema automático. La insuficiencia de este
modelo no incorporaba noción alguna acerca de los procesos mentales implicados
en el vínculo y las «consecuencias» (para el medio del que provenía el estímulo)
de las acciones del individuo. En Engels, el psicólogo ruso encontró líneas de pensamiento
diametralmente opuestas, que le permitieron esbozar una perspectiva amplia,
social, sobre los procesos psicológicos superiores. Para Engels, el momento crucial de la humanización
quedaba determinado por la capacidad del hombre para usar herramientas y
transformar a la naturaleza y, en consecuencia, ser transformado en la
propia subjetividad a partir de estos intercambios. Vygotsky afirmó algo
parecido al aseverar en El instrumento y el signo (2007) que el niño
desarrolla formas de conducta propiamente humana cuando puede apropiarse de los
signos y hacer uso de las herramientas, rompiendo con las limitaciones
inherentes de lo netamente animal.
Esta
conceptualización manifiesta no solo el método dialéctico, sino también un
sentido determinado acerca de la relación entre los seres humanos y el medio
natural y, en última instancia, una determinada idea de ciencia que habrá de
rendir sus frutos en lo sucesivo. El concepto de herramienta desarrollado por
Engels fue utilizado por Vygotsky para explicar cómo el individuo las incorpora
a sus propias estructuras. En ambos, una herramienta no es solamente un
martillo o un hacha, sino el resultado histórico de complejas relaciones
sociales. En el curso de sus teorizaciones, pero siempre sobre la base de las
propuestas marxistas, Lev Vygotsky distinguió entre herramientas y signos,
entendiendo que estos últimos también constituyen herramientas en sentido estricto;
herramientas psicológicas que a diferencia de las herramientas físicas no se
orientan a la transformación de la naturaleza sino a lo social, a la
comunicación e interacción con los otros seres humanos (Baquero, 1997).
Categorías que entrelazan teorías y
premisas
Para lograr
sintetizar metodológicamente las premisas del materialismo dialéctico, Lev Vigostky tuvo que crear una serie de categorías y conceptos
intermedios (Riviere, 1985) que le permitieron
relacionar la filosofía marxista con cuestiones específicas de la psicología.
El aprendizaje, tal como se sugirió anteriormente, juega un papel fundamental
en estas concepciones sobre las formas en que los seres humanos interiorizan la
cultura. Es a través del aprendizaje que es factible la verificación de la ley
de doble formación. Para especificar el despliegue de esta ley, Vygotsky
apela a otro concepto clave, cuyas derivaciones en el campo educativo son
innegables: la zona de desarrollo próximo. En palabras de César Coll
(1997):
Como es sabido, Vygotsky propuso el concepto de
zona de desarrollo próximo para explicar el desfase existente entre la
resolución individual y social de problemas y tareas cognitivas: a menudo, las
personas somos capaces de resolver problemas o de efectuar aprendizajes nuevos
cuando contamos con la ayuda de nuestros semejantes, pero, en cambio, no
conseguimos abordar con éxito estas mismas tareas cuando disponemos únicamente
de nuestros propios medios. (p. 124)
La ley de
doble formación prescribe además una instancia intrapsicológica de
incorporación de formas sociales y culturales a los esquemas cognitivos. Esta
instancia establece, en consonancia con lo que el mismo Vigostky
afirmara, que la línea natural y la línea cultural evolucionan de manera
discontinua, como aspectos diferentes de un mismo sistema. En el aprendizaje
escolar se evidencia la distancia que existe entre lo que el niño puede hacer
con auxilio del educador y lo que realiza de manera autónoma, valiéndose de sus
propios medios. El aprendizaje se sitúa en esta zona de desarrollo próximo
(Coll, 1997), en la construcción progresiva de márgenes de autonomía por parte
de los aprendices. Nunca el aprendizaje escolar está en consonancia con el
estadio de desarrollo biológico del niño, se trata de dos instancias que se
complementan de manera contingente, que pueden en algunos puntos
desencontrarse. En palabras del propio Vygotsky (2009):
Otro rasgo esencial de nuestra hipótesis es la
noción de que, aunque el aprendizaje está directamente relacionado con el curso
del desarrollo infantil, ninguno de los dos se realiza en igual medida o
paralelamente. En los niños, el desarrollo no sigue nunca al aprendizaje
escolar, del mismo modo que una sombra sigue al objeto que la proyecta. (p.
140)
La interacción
social permite al individuo una aproximación a las pautas sociales y culturales
dadas en la modalidad de las indicaciones y orientaciones de las personas
adultas. En el ámbito educativo, esta dinámica (este movimiento dialéctico)
entre lo social y lo intrapsicológico configura un genuino modelo de
orientación para las prácticas de enseñanza. Las relaciones trazadas por
Vygotsky entre aprendizaje y desarrollo constituyen el punto fuerte de su
incidencia en la estructuración de modelos educativos constructivistas.
Insistimos en un razonamiento vigotskiano: en el
desarrollo de los rasgos propiamente humanos como la progresión de aspectos
innatos, las condiciones de base (fisiológicas) no determinan la capacidad de
los individuos de apropiarse de las herramientas materiales y simbólicas. Esta
cuestión es medular, al ubicar que las experiencias –en su carácter contingente
mediadas por los vínculos con otros– configuran las condiciones de posibilidad
del desarrollo.
Los alcances
educativos y políticos de estas conceptualizaciones pueden analizarse en clave
proyectiva, abriendo un interregno en las perspectivas que lo sitúan solo como
un punto de referencia en materia de psicología educacional. En palabras de
Ricardo Baquero (2015) sobre el legado educativo, vemos que «(…) la actividad
intersubjetiva y la actividad semiótica están relacionadas desde la adquisición
del habla hasta la apropiación de instrumentos semióticos más sofisticados o
históricamente producidos: la escritura, los sistemas de la ciencia, el arte,
la música o la matemática». Ambas actividades conforman una «unidad que define
la naturaleza de los sujetos a partir del tipo particular de relaciones que se
den en contextos situados».
Sujetos del discurso
Entonces, es
claro que el desarrollo de las capacidades y aspectos propiamente humanos se da
como resultado de las múltiples interacciones con los otros y con el medio, por
lo que la preeminencia de lo puramente individual queda desacreditada como una
instancia a lo sumo derivada de procesos fundamentalmente dialécticos.
En estas
relaciones interpersonales los otros juegan el papel de genuinos agentes de
desarrollo (Riviere, 1985), determinando en el niño
la adquisición de capacidades vinculadas al uso de los bienes de la cultura. De ahí que la noción de zona de desarrollo
próximo en las descripciones vigotskianas –más
allá de las implicancias señaladas respecto al aprendizaje escolar– conduce
a una comprensión más dinámica y proactiva acerca del rol del docente en la
construcción de los saberes. El resultado apuntaría a un cambio de modelo
respecto de las nociones puramente instrumentales en educación, y compromete a
los docentes en los procesos que, desde enfoques tradicionales, solamente se
afirmaban como propios de los estudiantes. Este «compromiso» de los docentes en
el movimiento dialéctico es ya un movimiento político en tanto define nuevas
relaciones y acciones, a la vez que disputa sentidos respecto de ciertas formas
educativas.
La disputa por
el (los) sentido (s) educativos no es algo ajeno al sistema vigotskiano.
El mismo Vygotsky centralizó la cuestión educativa en sus formulaciones
técnicas, siendo la educación el verdadero campo de estudios al que se
encaminaron los esfuerzos intelectuales del psicólogo ruso. En este punto,
cabría establecer una instancia de encuentro entre la obra de Vygotsky y la de
Paulo Freire en el sentido de conformar un mapa de las teorías y consecuentes
prácticas derivadas de propuestas arraigadas (conceptual y metodológicamente)
en el materialismo dialéctico.
En nuestros
países latinoamericanos, precisamente, fue Paulo Freire quien explícitamente
formuló la realidad de una pedagogía dialéctica emancipadora sobre la base de
una integración plena de la filosofía política marxista a la educación. La
educación, como hecho y acto/actividad político, encarna en Freire un camino
para la liberación individual y colectiva de las prescripciones del modelo
social y económico capitalista. En ese camino, el develamiento de la humanidad
de los oprimidos se da sobre la base de un fuerte cuestionamiento a las
relaciones institucionalizadas con el saber y con quienes detentan el saber institucional: los
educadores. La crítica freireana
a la llamada educación bancaria, es decir, a aquella que concibe a
los individuos como receptáculos de contenidos escolarizados, opera
fundamentalmente postulando un vínculo dialéctico en el que los aprendizajes
resultan de los intercambios entre enseñantes y aprendices. Dichos aprendizajes
se configuran no a partir de conceptos elaborados de manera definitiva,
cerrados a cualquier hermenéutica, sino de aspectos relevantes de la realidad
material y social involucrados en procesos educativos de esta naturaleza. Al
respecto, María Cristina Martínez Pineda y Emilio Guachetá Gutiérrez (2020)
afirman:
En el texto Miedo y osadía, Freire y Short
(2014) advierten que la tarea del currículo crítico es hacer visible la
ideología dominante y tensionarla con las realidades y necesidades sociales y
educativas del contexto y de los estudiantes. Es una verdad de a puño que los
currículos actuales diseñados desde afuera legitiman intereses económicos que
no generan motivación en los estudiantes; que la información que se enseña, en
la mayoría de las ocasiones, no causa afectación ni transformación, ni produce
subjetivación. Tareas, trabajos, castigos, promesas de profesiones exitosas,
todo es externo al estudiante porque este no se imbrica como co-constructor de su propia subjetividad, de su experiencia
como sujeto. (p. 196)
Es válido
recuperar —antes de continuar con nuestra reflexión— una cita del pensamiento freireano que consideramos focal en este análisis y, por
ello, su extensión. Ya sobre finales de la década del 60, el pedagogo se
cuestionaba sobre la concepción del acto educativo y el rol de los sujetos que
intervienen en él:
a) Si la educación es uno de los medios
prioritarios del proceso de mutación cultural, o si, por el contrario, es un
instrumento eficaz para mantener el statu quo;
b) Si la educación puede llegar a estar realmente a
favor de la transformación, en el sentido de la liberación de los hombres y las
mujeres;
c) Y cómo podrá erigirse en fuerza de
transformación cultural cuando es, al mismo tiempo, una expresión de cultura.
Si hay algo que no tememos
afirmar, en este esfuerzo «re-admirativo», es que la
más simple -pero no simplista o ingenua o preconcebida- mirada a la educación
como quehacer sistemático, entre nosotros y en cualquiera de sus niveles,
revela en sus más mínimos pormenores el sentido, no siempre deliberado (cosa
que no tiene importancia para nuestro análisis), el carácter de la educación,
como instrumento de dominación. La relación educador-educando, cuya
contradicción no se supera, da por resultado que los educadores sean siempre
los que educan y los educandos los que son educados, los educadores los que
piensan y los educandos los «pensados», los educadores los que disciplinan y
los educandos los que son disciplinados, los educadores los que deciden el
contenido curricular y los educandos, como seres pasivos, los que son llenados
por ese contenido. En suma: los educadores son los sujetos y los educandos los
objetos del proceso educativo. (Freire, 2015, [2001] pp. 55-56)
La posible
convergencia entre Freire y Vygotsky funcionaría completando un encuadre
teórico político que abarca, tanto las
cuestiones atinentes al desarrollo de funciones psicológicas específicas desde
la óptica de una psicología sociohistórica y cultural, como al tratamiento
pedagógico de problemas socioculturales y económicos.
Recapitulemos
Como aporte
fundamental de Lev Vygotsky, la naturaleza social de las funciones superiores
implica al individuo en experiencias colectivas, que resultan indispensables
para que pueda desarrollar los rasgos distintivamente humanos. A su vez, estas
funciones no solo parten del juego de interrelaciones sociales, sino que las
herramientas mismas que se incorporan (herramientas físicas y herramientas
simbólicas) son resultado de determinaciones histórico-sociales. No en vano se
define la propuesta de este psicólogo como sociohistórica y cultural: en el
movimiento dialéctico de mutua transformación entre el individuo y su medio se
construye el carácter, el sesgo, específicamente humano del individuo y de la
especie. Esto queda claro en los desarrollos de Vygotsky sobre la formación del
lenguaje: como producto social, el lenguaje no está inscrito en la
«arquitectura» biológica del ser humano, es un hecho contingente y
contradictorio respecto de las condiciones de base y, por ende, su génesis hay
que buscarla en la cultura (Gadotti, 2003). Por eso
mismo, más que la psicología experimental, es el análisis semiótico del
lenguaje lo que le permitió a Vygotsky rastrear la génesis de este y verificar
la unidad entre palabra y pensamiento: palabra y pensamiento aluden al
lenguaje, son los símbolos, las herramientas a partir de las cuales conocemos
el mundo e interactuamos en él (Duque y Packer, 2014).
En esta misma
noción, Paulo Freire asumía que el lenguaje es un
instrumento de interpretación de la
realidad (conocimiento) del cual los oprimidos deben re-apropiarse
en la búsqueda del reconocimiento. En Vygotsky se
implican las ideas fundantes de una emancipación educativa. Hay además otro punto de
coincidencia: la conciencia es, para ambos, un producto social. Este principio,
presente en la filosofía marxista como condición de posibilidad para la
comprensión de los procesos sociales
y económicos, marca el derrotero
de las conceptualizaciones vygotskianas acerca de la
génesis misma del lenguaje y
de la conciencia (Wertsch, 1988). Lenguaje y
conciencia son dimensiones que se despliegan y tienen su raigambre en lo social.
Son aprendidas y operan como herramientas de mediación entre el individuo y su
entorno. Para Paulo Freire, la conciencia se formaba socialmente, en las
relaciones de las personas con su entorno y, más específicamente, con la
situación existencial y material que les son propias. De ahí que el trabajo de
la «concientización» se postule en el pedagogo brasilero como un trabajo
educativo, una relación política con otros, en que la conciencia se orienta al
desenmascaramiento de los procesos opresivos.
Raíces comunes y mirada al futuro
Leemos en
Vygotsky (2009):
Decimos que la concepción tradicional sobre el
desarrollo de las funciones psíquicas superiores es, sobre todo, errónea y
unilateral porque es incapaz de considerar estos hechos como hechos del
desarrollo histórico, porque los enjuicia unilateralmente como procesos y
formaciones naturales, confundiendo lo natural y lo cultural, lo natural y lo
histórico, lo biológico y lo social en el desarrollo psíquico del niño; dicho
brevemente, tiene una comprensión radicalmente errónea de la naturaleza de los
fenómenos que estudia. (p. 12)
Concretamente,
en los aportes de Lev Vygotsky se resalta que el sujeto construye su propio ser
e identidad a través de la participación en actividades sociales, a partir de
la cultura compartida en el grupo en el que se desarrolla. De ahí que, para Alekséi Leontiev (1903-1979),
otro exponente clave de la psicología rusa del siglo XX y continuador de
Vygotsky en su conocida «teoría de la actividad», el aprendizaje escolar
puede y debe constituirse como un factor de desarrollo. Desde esta
arista, se comprende la vigencia y el legado vigotskiano
en el campo educativo, constituyente de uno de los modelos psicológicos sobre
el que se soportan algunas explicaciones y prácticas educativas.
No obstante,
suele obliterarse el carácter emancipatorio que puede derivarse de los aportes
de este psicólogo ruso. Si bien sus conceptualizaciones teóricas prescinden de
una extrapolación directa de la filosofía marxista a la explicación de procesos
psicológicos complejos, la recurrencia al método dialéctico y a la explicación
dialéctica de la formación de las funciones superiores, no deja lugar a
controversias sobre los propósitos políticos de su obra. La clave social de
estas formaciones, el lugar activo reservado al ser humano en función de los
estímulos del medio, la transformación de este medio y, por ende, la
transformación del propio individuo son conocidas fórmulas de la praxis
política del marxismo, contrarias a ciertas formas sociales dadas, y, en el
caso especial de Vygotsky, opuestas a modelos de ciencias reduccionistas que
apelan al carácter eminentemente natural del ser humano para explicar conductas
y procesos: modelos científicos en todo caso conservadores o marcadamente
parciales.
Puesto que el
aspecto que planteamos es comprender cabalmente los procesos de desarrollo y
sus crisis para proyectar otra práctica posible que se acerque a las claves vigotskiana y freireana,
recuperamos a Ricardo Baquero (2012, p. 81), que nos advierte de la necesidad
de observar «la manera singular en la que se anudan los escenarios vitales y
las vivencias personales». Así podremos captar la sutileza de esas
relaciones, enunciada por el propio Vygotsky como tarea pendiente. Y es ese el quehacer y cometido de cualquier
proyecto cuya meta sea emancipatoria.
A modo de conclusión
Conocer y poner
en práctica los aportes de Vygotsky es un paso necesario para propiciar modelos
pedagógicos constructivistas. No es que no se haya hecho; más bien Vygotsky ha
tenido el privilegio de permanecer a través del tiempo como fundamento de las reformulaciones
didácticas de su teoría para ser derivadas al salón de clases. En palabras de Temporetti (2007):
No ha sido fácil hacerlo desaparecer y todo indica
que no nos libraremos fácilmente de él. Ha pasado la prueba del tiempo. Como
ocurre con las grandes obras de la literatura, o con los famosos cuentos
populares, tiene algo de atemporal. (p. 92)
La noción de zona
de desarrollo próximo y, antes que eso, sus explicaciones sobre la ley
de doble formación forman parte del «léxico» docente en muchos de nuestros
países latinoamericanos. Lo que no forma parte es, en cambio, la dimensión
política de sus teorías, pues si bien se le reconoce su calidad académica,
esto es, la solvencia de sus conceptos y principios operativos, específicamente
psicológicos, no ocurre lo mismo con su inclusión en el perfilado de modelos
educativos emancipadores.
Esto no implica
que los aportes que pueden contribuir en este sentido consistan en una
extrapolación de conceptos vigotskianos a la realidad
social vigente. El mismo Vygotsky, como se ha planteado en algunas líneas de
este artículo, consideraba que la ciencia, como el desarrollo de las funciones
superiores, es algo contingente. Se trata, más bien, de verificar en las
obras de este ilustre psicólogo aquellos puntos en que es factible hallar
orientaciones conceptuales y metodológicas que sirvan a una educación de
carácter transformador. Algo así es lo que se propuso al sincretizar la
filosofía política de Marx y Engels y el método dialéctico desarrollado por
ambos, con formulaciones hipertécnicas sobre la conducta y el aprendizaje.
Procediendo de
este modo, quizá, descubramos en Vygotsky, lo que encontramos en Paulo Freire:
los elementos de una ética-política de la educación que rompa con las ataduras
de concepciones afianzadas en la lógica del capital y en los modelos
neoliberales que actualmente atraviesan y definen lo educativo. Frente a esta
visión, las últimas preocupaciones de la obra vigotskiana,
parecieran guardar una similitud con nuestras inquietudes- Siguiendo a Ricardo
Baquero, podemos cuestionarnos: ¿cómo podemos captar de «modo no escisionista ni reductivo las complejas relaciones que se
dan entre los sujetos y los escenarios educativos concretos…»? (2012, p. 81). ¿Cómo
comprendemos los contextos sociales e históricos culturales en los cuales se
desarrollan estas relaciones?, ¿cómo «leemos» lo educativo, sin aislar
artificialmente los aspectos cognitivos, mirando a los sujetos, el contexto y
su vinculación con la institución?
Si damos
sentido a las prácticas, descubriendo la relevancia de cada tema y situación
para construir respuestas, evitaríamos caer en lecturas deterministas, buscar
ropajes nuevos para situaciones viejas o solapar la vivencia en meros estudios
de condiciones externas de lo que sucede en ese recinto tan particular que es
un establecimiento educativo. Las palabras y las
situaciones no se dan en el vacío. Entonces nos
permitimos volver a Freire:
Vivir apasionadamente la palabra y el silencio,
significa hablar «con», para que los educandos también hablen «con». En el
fondo, ellos tienen que asumirse también como sujetos del discurso. Y no como
repetidores del discurso o de la palabra del profesor. (2002, p. 31)
Claro está, que
en la cotidianeidad del aula de cualquier nivel educativo y en los tiempos
actuales de gran conflictividad, pobreza y caos social, hemos de tener en claro
que esta senda es lenta, pues todo cambio conceptual –requerido para
hablar de vía emancipatoria– resulta difícil de enfrentar, ya que en este
encuadre aparece el carácter colectivo de la situación de clase con
todos los juegos de interacciones y sus
potencialidades. Escenario, por otro lado, ideal para pensar una emancipación posible: en la
incuestionable realidad social contemporánea, con sus sellos de alteridad, podemos señalar nuevos planteamientos
tendientes a lograr y afianzar una formación sistemática de personas
críticas, comunicativas, solidarias, autónomas y abiertas al intercambio
cultural. Grupos de educadores y educandos que produzcan diálogos para
enriquecer los procesos de aprendizaje de todos los participantes, y,
paralelamente, que aporten a la interacción, cohesión y comunicación de los
miembros de una comunidad. Recientemente, Emilio Tenti Fanfani (2022) al
contemplar la actualidad argentina, afirmó que
Necesitamos una escuela poderosa. Tiene que atacar
dos cuestiones al mismo tiempo. La
escuela es una institución, por lo tanto, hay que enriquecerla desde la
infraestructura física, equipamiento, los horarios, los reglamentos. Hay que
enriquecer la dimensión objetiva de la institución, especialmente en el caso de
las instituciones frecuentadas por los sectores más desfavorecidos de la
población que, al contrario, van a las escuelas más pobres. Al mismo tiempo, es
necesario enriquecer las capacidades y competencias, habilidades de los
docentes que son los que le dan vida a esas
instituciones. […] Lo más probable es que un pobre no llegue a la universidad,
pero esa probabilidad baja, puede ser mayor si la escuela hace ciertas cosas. [...]
podemos mejorar las chances de todos, pero la escuela se lo tiene que proponer,
tiene que romper con el determinismo social. (…) La pregunta es: qué es
importante para la felicidad de las personas y para el desarrollo de la
sociedad que sólo una institución como la escuela lo puede hacer.
En esa institución podemos hacer que esa
emancipación sea posible. Los alcances transformadores solo se proyectan en la
acción conjunta, en proyectos colectivos que vehiculen la construcción de
experiencias emancipadoras, sin dejar de reconocer los rastros multifacéticos
dejados. Semillas que se diseminan en pos de una meta, multiplicando
espacios de auténtica liberación, para culminar con cada protagonista de este
hecho educativo exclamando, como Freire al ser consultado sobre el balance de
su paso por la tierra, «Diría: traté de amar. Y, tratando de amar, nunca dejé
de querer conocer» (2015 [2001], p. 81).
Referencias bibliográficas
Baquero, Ricardo. (1997). Vigotsky
y el aprendizaje escolar. Aique.
Baquero, Ricardo. (2015, 10 de noviembre). Lev Vigotsky hoy [Entrevista por Tamara Smerling].
Educ.ar Portal.
https://www.educ.ar/recursos/128414/lev-vigotsky-hoy-entrevista-a-ricardo-baquero
Castorina, José A. (2010) La dialéctica en la psicología del
desarrollo: relevancia y significación en la investigación. Psicologia:
Reflexão e Crítica, 23 (3),
516-524. https://doi.org/10.1590/S0102-79722010000300012
Coll Salvador, César. (1997). Aprendizaje
escolar y construcción del conocimiento. Paidós Educador. https://www.ie42003cgalbarracin.edu.pe/biblioteca/LIBR-NIV328122022214736.pdf
Duque Serna, María Paula y Packer, Martin John. (2014).
Pensamiento y Lenguaje, y el proyecto de Vygotsky para resolver la crisis de la
psicología. Revista de la Facultad de Psicología: Tesis Psicológica,
9 (2), 30-57. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=139039784004
Engels, Federico. (1961). Dialéctica de la naturaleza.
Grijalbo.
Freire, Paulo. (2015). Pedagogía de los sueños posibles: Por qué
docentes y alumnos necesitan reinventarse en cada momento de la historia. México: Siglo
XXI Editores. (Original publicado en 2001)
Freire, Paulo. (2002). Educación y Cambio. Buenos Aires: Los editores.
Gadotti, Moacir. (2003). Historia de las
ideas pedagógicas. Siglo XXI editores.
García Vega, Luis. (1993). Historia de la psicología, vol 3: La psicología rusa: reflexología y psicología
soviética. Siglo XXI Editores.
Luria, Alexander y Vygotski, Lev. (2007). El instrumento y el
signo en el desarrollo del niño. Fundación Infancia y Aprendizaje. https://bit.ly/VygKA14
Martínez Pineda, María Cristina y Guachetá Gutiérrez, Emilio.
(2020). Educar para la emancipación. Hacia una praxis crítica del sur.
CLACSO, Universidad Pedagógica Nacional. https://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20201006122520/educar-emancipacion.pdf
Piaget, Jean. (1964). Seis Estudios de Psicología. Seix
Barral.
Piaget, Jean. (1976). Psicología de la inteligencia.
Psique.
Riviere, Ángel. (1985). La psicología de Vygotski. Ediciones
Visor.
Rogoff, Barbara. (1993). Aprendices del pensamiento. El desarrollo
cognitivo en el contexto social. Paidós.
Temporetti, Félix. (2006). Prácticas educativas: entre lo individual y lo
sociocultural. Breve ensayo sobre los conocimientos psicológicos en la
enseñanza. Itinerarios Educativos 1 (1), 89-102. https://doi.org/10.14409/ie.v1i1.3323
Temporetti, Félix. (2007). Introducción: El retorno del Hijo Pródigo. En L. Vigotski, Pensamiento y Habla (pp. LXXXVII-CXXV). Colihue
Clásica.
Tenti Fanfani, Emilio. (2022, 10 de abril). La Repregunta. Emilio
Tenti Fanfani: «Hoy, la señorita de lengua forma para el trabajo porque lengua
o matemáticas son conocimientos laborales [Entrevista por Luciana Vázquez].
Diario La Nación. https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-repregunta-emilio-tenti-fanfani-hoy-la-senorita-de-lengua-forma-para-el-trabajo-porque-lengua-o-nid10042022/
Villacañas de Castro, Luis S. (2016). Critical pedagogy and Marx, Vygotsky and Freire: Phenomenal forms and
educational action research. Palgrave MacMillan.
http://dx.doi.org/10.1007/978-1-137-56244-9
Vygotsky, Lev S. (1973). Pensamiento y lenguaje. La
pléyade.
Vygotsky, Lev S. (2009). El desarrollo de los procesos
psicológicos superiores. Crítica.
Vygotsky, Lev S. (2012). Obras escogidas III: Problemas del
desarrollo de la psique. Machado libros.
Wertsch, James V. (1988). Vygotsky y la formación social de la mente.
Paidós.
Autor
Daniel Lesteime
Doctor en Educación. Profesor titular ordinario en la Facultad de
Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Docente de
posgrado en el Doctorado en Educación de la Facultad de Humanidades y Artes de
la Universidad Nacional de Rosario. Rector del Instituto Superior Goya.
Esta obra se publica
bajo licencia:
Creative Commons BY-NC-SA 4.0
Internacional
(Reconocimiento – No comercial – Compartir igual)
ISSN-L 2224 7408
eISSN 3078 4913
[1] Si bien se dan distintos modos de enunciar el apellido del
psicólogo ruso, elegimos la forma utilizada por Ricardo Baquero, uno de los
principales especialistas argentinos en la obra de Lev Vygotsky, a quien ha
dedicado buena parte de su labor. En citas textuales y títulos de libros,
respetamos el original.